lunes, 23 de mayo de 2011

¿HABRÁ ELECCIONES EN LA UNIVERSIDAD DE CARABOBO?

Ante las recurrentes preguntas, correos y el bombardeo por las redes sociales de muchos seguidores, me tomo un momento para reflexionar acerca de las elecciones en la Universidad de Carabobo y sobre todo de la decisión de por quién votar. Por supuesto aclarando que aún no sé si habrá elecciones.
En la búsqueda de articular elementos para abordar la temática de las elecciones universitarias no puedo dejar de pensar en los pregones de la publicidad. Por eso, cuando se revisan los slogans, se percibe que uno de los elementos más manoseados, es “el cambio”, y nos preguntamos qué cambio. Quizás mi concepción de cambio es vistosa, agradable y segura, como la que mostró la harina de maíz más consumida en Venezuela cuando cambió su empaque.
En los tiempos difíciles de nuestra democracia, quizás una de las muestras de mayor significación, sean las elecciones universitarias en cualquiera de sus niveles o modalidades. Allí, quienes hemos debatido durante muchos años en la universidad, podemos manifestar nuestras inquietudes, necesidades de cambio, opiniones y por que no, expresar el apoyo a un amigo que asume el reto de sacrificarse, para intentar dar un giro a lo indeseable de siempre: el oportunismo, el cinismo y el continuismo, que ha querido tomar fuerza dentro del campus.
En el entorno universitario, como en el país, también existen los políticos de oficio, aquellos que solo muestran interés por los cargos, sin que les importe el verdadero problema de la universidad, y que además, son capaces de enlodar la carrera de un universitario sin que les sude una gota de vergüenza. Con el doble juego entre publicidad y la importancia de cambiar el paradigma, de manera desleal y engañosa buscan ocupar nuevamente los espacios, como si codiciaran la recuperación de una colonia pérdida.
Durante más de dos décadas, estando a la vanguardia dentro de la universidad con un grupo de verdaderos amigos, hemos tenido como norte la transformación universitaria, considerando que siempre la unidad será mejor que la separación, que la verdad estará por sobre la mentira, que la universalización de la dignidad será un propósito para la consecución de una verdadera emancipación y pacificación moral de la universidad; sin embargo, hoy con este escenario político, puedo afirmar dolorosamente que a la universidad todavía le falta mucho camino por andar para aspirar a ser una institución con semblanza, capaz de responder de manera categórica y con un sentido digno, ante la amenaza de regreso de un proyecto dictatorial y obsoleto.
En este momento cruzan mi mente los mensajes de los políticos en las campañas electorales: “dónde están los reales? “gracias a ti”, “el cambio va”, y así cuántos más, buscaron mellar en el poder de decisión de los votantes. De la misma forma, estamos en la universidad, la publicidad escabrosa, los mensajes pasados y el egoísmo se muestran enturbiando el único camino válido para que los universitarios podamos tomar una decisión sana y diferente, que de al traste con las islas de poder, que en otros tiempos se establecieron.
Por eso, me atrevo a decirles que llegó el momento de abandonar la hibernación mental y pensar en el futuro de la universidad, de poder alcanzar aquella que soñamos libre, con un estilo académico modelo, con igualdad de oportunidades, donde la dignidad prevalezca por encima de cualquier recóndito de poder, donde no se pase factura y donde podamos expresar nuestro pensamientos, disímiles o no.
La crisis de honestidad y de dignidad de la sociedad en general y en particular de la universidad, nos obliga a replantearnos la necesidad de contar con autoridades que sientan la universidad, que hayan trajinado el quehacer universitario, que escuchen a los universitarios en todos sus espacios, porque cada uno tiene su verdad y no volver a darle cabida a quienes por estar mucho tiempo, se creen sus dueños, y consideran que somos una asentamiento que puede gobernarse, quitándonos toda representación y exigiéndonos ciega obediencia.
Sin duda que hay que cambiar la historia política de la universidad, para que contar con los mejores no sea la excepción de la regla sino el común de toda la actividad universitaria. Porque de algo si estoy segura, dentro de la universidad aún hay gente que no se dejará seducir por el poder o las prebendas, y sobre todo que aún confía en alcanzar una verdadera institucionalidad, y serán ellos quienes podrán cambiar el paradigma de que “la universidad es el reflejo de país” como lo señaló Roberto de Vries.
En los momentos de musa para estas reflexiones, llega la información de suspensión de las elecciones, alegando varios argumentos: 1. que los instructores deben votar, 2. que los jubilados también deben ser parte activa de este proceso electoral. Lo primero lo comparto, lo segundo lo objeto, por varias razones. Muchos de los profesores se jubilan y se van, pasando años sin contacto con la universidad. Otros están en sus negocios y llegan a ser directivos de los institutos privados; otro porcentaje se dedica a la política, y unos cuantos permanecen como verdaderos académicos haciendo investigación, docencia y extensión, de ellos si creo que deban participan de la elección. Por lo demás, es buscar salidas desesperadas, que poco aportan a la solución de la crisis universitaria.
Hoy tenemos la oportunidad de pensar para transformar este escenario, reiterándoles a todos mi compromiso de seguir teniendo la verdad como norte y estar dispuesta a afrontar los retos comunicacionales que exijan los tiempos que se avecinan, sobre todo porque como el empaque nuevo de nuestra hacedora de arepas, me siento, más segura, estable y particularmente impermeable, claro, por lo del plástico.



Prof. Rosa Indriago