lunes, 29 de noviembre de 2010

Acabar con la Universidad

"Lo que mueve al mundo no son los potentes brazos de los héroes, sino la suma de los pequeños empujones de cada trabajador honrado".Hellen Keller

Desde hace mucho tiempo se viene hablando del agotamiento de los sistemas universitarios. No solamente en Venezuela, sino también en Latinoamérica e Iberoamérica. Se nos critica constantemente sobre el contenido de lo que enseñamos y para qué lo enseñamos; impartimos conocimientos en lugar de procurar aprendizajes que se adapten a las realidades del país. Repito. Esa crítica no es exclusiva para las universidades venezolanas. Es generalizada.

Ahora bien. Situémonos en el contexto de nuestro país: ¿qué hay dentro de nuestras casas de estudio superiores? Esa pregunta debo contestarla de acuerdo con lo que hemos vivido desde hace 30 años, momento desde el cual me incorporé a la Universidad de Carabobo como estudiante de la carrera de Derecho. Creo conocerla suficientemente. Como dirigente estudiantil, luego como profesor, posteriormente como director de Escuela, decano y ahora secretario. Siempre hemos querido nadar contra la corriente. Reconozco que las Universidad de Carabobo ha dado grandes aportes a la región y al país. Pero creo que pudiéramos dar mucho más, muchísimo más. No es fácil procurar cambios. Siempre hay otros intereses que parecen estar por encima de los verdaderos propósitos universitarios, pues, si revisamos los primeros dos artículos de la Ley de Universidades vigente nos daremos cuenta que dentro de nuestras instituciones priman otras cosas distintas a lo que nos dice la Ley; y, desde luego, los gobiernos nacionales anteriores y, en particular, el gobierno inspirado en el "socialismo del siglo XXI", tampoco han entendido qué son y para qué sirven las universidades. Veamos: Artículo 1. La universidad es fundamentalmente una comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre. Artículo 2. Las universidades son instituciones al servicio de la nación y a ellas corresponde colaborar en la orientación de la vida del país mediante su contribución doctrinaria en el esclarecimiento de los problemas nacionales.

¿Qué universidades tenemos?

Hoy, si bien es cierto impartimos la docencia y junto a la investigación procuramos buscar la verdad, aportando soluciones a los grandes problemas nacionales, con la mano en el corazón debemos reconocer, en honor a la verdad, que los resultados no han sido lo suficientemente satisfactorios. Hoy percibo una universidad con gran dosis de anarquía, prácticamente convulsionada por el cúmulo de conflictos del país -sumado a los que le son propios a la institución-, que inevitablemente se reflejan en ellas. Vivimos en una constante búsqueda de recursos para subsistir. Nos han convertido en pedigüeños para poder saldar deudas con los gremios y proveedores, para mantener las puertas abiertas. Siento preocupación por el futuro de nuestra universidad. Lamento decir que siento que no todos los universitarios han entendido la monumental dimensión de la grave crisis universitaria. Ojo: no sólo es económica, sino espiritual, moral y de valores, que es la más alarmante.

A la universidad pública venezolana pareciera entrarse con un firme propósito: "¿qué consigo de la universidad? ¿Qué cosa le pido a la universidad? Muy pocos son los que entran pensando: ¿cómo construir una mejor institución? ¿Qué le puedo dejar o dar a mi Universidad?".

Más bien parece que la universidad, es el medio para tener un pequeño ingreso seguro, para ejercer o tener otro trabajo. Pero: ¿qué pasaría si todos los que formamos parte de la comunidad universitaria invirtiéramos nuestro tiempo y pusiéramos nuestro interés en proyectos para la universidad? Yo pienso que lograríamos beneficios para todos: ser realmente autónomos, no depender del gobierno y, al fin y al cabo, mejores beneficios económicos para todos, lo cual es completamente legítimo.

No hay un día en que no vea a nuestra rectora Jessy Divo preocupada por el presupuesto; o al vicerrector académico Ulises Rojas pendiente de las transformaciones que debemos hacerle a los pensa de estudios para hacerlos más modernos y eficientes. Me angustio por José Ángel Ferreira, vicerrector administrativo, cuando lo veo literalmente pegar carreras para Caracas para explicar tal o cual requerimiento presupuestario. Esa no puede ser la universidad de hoy, ni siquiera la de ayer. Sueño con una universidad distinta, donde el asunto presupuestario no sea lo primordial, que no constituya nada del otro mundo, que sea algo meramente operativo, en lugar de lo que es hoy: la esencia de nuestra vida.

Protesta improductiva

Entiendo a los gremios en el sentido de pretender el bienestar para sus agremiados, que dicho sea de paso, debe redundar a favor de todos los universitarios, indistintamente del gremio al que estén afiliados. Hay que sopesar cómo afecta una acción de suspensión, o de paralización, o simplemente de la reducción de la jornada de trabajo, para el buen desarrollo de la actividad académica. Antes de tomar cualquier acción se debe consultar a los estudiantes que son el alma de cualquier casa de estudios. No debemos olvidar que una reivindicación jamás puede implicar el sacrificio de la institución, en una suerte de: ¿o me pagan lo que me deben o cerramos la universidad?: qué va. Creo que se equivocan los que presionan de esa manera. Ellos deben entender que es el Gobierno Nacional el moroso y que nada ganan con reducir la jornada, dejando de trabajar. Nos estamos haciendo un gran daño nosotros mismos. Todo se atrasa, al punto de poder colapsar de un momento a otro.

Me duele al ver que muchos trabajadores abandonan sus puestos de trabajo ante el llamado de cualquier dirigente gremial. Repito: sé que la labor de un dirigente es procurar el beneficio del colectivo, pero creo que se equivocan al no distinguir cuál es el enemigo que no les quiere o no les provoca pagar. El enemigo no está en la universidad. Está en Miraflores.

Ojalá que esa misma efectividad o entusiasmo cuando abandonan sus sitios de trabajo lo tengan a la hora de protestar y defender a la universidad y no sólo el salario individual. Son pocos los que marchan o luchan, pero son muchos los que atienden el llamado a paralizar las actividades. Precisamente ésa es una demostración de la crisis de valores a la que me refiero.

Ley Universitaria como lápida

Se habla de la reforma a la Ley de Universidades, pero nadie conoce su contenido. Se dice que con esa reforma las universidades serán más democráticas y más populares. Nada más falso o apartado de la verdad. Estamos conscientes de que la vigente Ley necesita ser reformada para adaptar nuestras universidades a los nuevos tiempos, que no es por el socialismo del siglo XXI sino por las exigencias de la época. Lo que pretende el Gobierno es terminar de enterrar a las universidades porque las quiere sumisas como pelotones castrenses. Si hoy es difícil su gobernancia, no quiero imaginarlas cuando se apruebe una Ley a espaldas de sus miembros. Quienes pretenden reformarla no conocen el mundo universitario, sólo las perciben como una piedra en el zapato para las intenciones hegemónicas del caudillo de turno.

Amanecerá y veremos... Confío en los estudiantes y en esa reserva moral de docentes, empleados y obreros que sí saben de lo que les estoy hablando.
Pablo Aure

Agradecemos profundamente al Prof. Pablo Aure por permitirnos divulgar en nuestro sitio tan pertinente trabajo.

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lunes, 22 de noviembre de 2010

Recapitulaciones sobre esta crisis universitaria Parte II

¿Daremos la batalla justa y necesaria?

Ya la deuda por concepto de Homologación 2008 finalmente nos fue pagada, pero sobre el obligante aumento salarial que debería comenzar a regir a partir de enero de este año no se ha producido ningún pronunciamiento oficial. Apenas se rumorea entre pasillos que será del treinta por ciento, muy por debajo del sesenta y cuatro por ciento que corresponde a la inflación acumulada durante 2008 y 2009. Rumores que, por lo demás, desde hace meses se han encargado de regar los universitarios oficialistas –esquiroles, añadiría yo, considerando que ello ha contribuido, parcialmente, a mantener anestesiado ese espíritu universitario de lucha que otrora nos caracterizara-. El Gobierno, forzosamente debemos concluir, se ha salido con la suya. Personalmente pienso: que ya no a haber aumento este año y que se podrá conseguir alguno el año que viene si y sólo si los universitarios nos preparamos para dar una importante e indispensable batalla. Ahora bien: ¿luchar para qué? ¿Para simplemente recuperar un cierto nivel de sobrevivencia salarial?

Debemos internalizar los universitarios todos que esa lucha tiene que estar inspirada por un objetivo de más profundo aliento: debemos luchar, esencialmente, para que se reconozca la vigencia y pertinencia del rol que siguen jugando nuestras instituciones universitarias en esta sociedad donde el conocimiento es cada vez más subestimado. Aun con la decadencia que todos los días penetra nuestros amplios poros, seguimos siendo la única reserva del conocimiento para un despertar que, tarde o temprano, habrá de producirse en este país. Somos algo así como lo fue la Iglesia en la Edad Media, no tan distante de los tiempos a los que desean conducirnos estos falsos revolucionarios –quizás exagere, pero me permite aclarar la visualización del cuadro que deseo pintarles-. A los efectos de internalizar la verdadera esencia de la lucha que habremos de librar, es importante ubicarnos en el lado contrario, específicamente en la mente de Chávez –personalizo en atención a argumentos que posteriormente les serán evidentes-.

¿Se han paseado ustedes por la razones que Chávez pudiera tener para darnos más presupuesto o nivelar nuestros sueldos? De entrada les digo: ninguna. Para él: las universidades tradicionales son cajones inservibles. Y no porque nuestra disidencia le moleste, que sí le molesta; o porque en nuestras elecciones los suyos nunca ganen; o porque en ellas haya unos “estudianticos sifrinos” que de cuando en cuando le mueven el piso político, no, a Chávez no le importa un comino el futuro de nuestras universidades porque él ya creó las suyas. Ese fue el verdadero plan de Chávez para el sistema universitario de este país, desde el inicio, créanme que me tomó tiempo darme cuenta de esto. Ni siquiera se los dijo a los adláteres suyos que tenía dentro de nuestras instituciones. Era razonable que nos confundiéramos con toda la alharaca que éstos armaban: que si la Constituyente Universitaria; que si la verdadera democratización donde obreros, empleados, estudiantes y egresados dispondrían de un voto de la misma calidad que los miembros del Claustro Docente; que si la nueva ley de Educación Superior como mecanismo de auténtica transformación universitaria, todo eso era bullshit, pura bullshit, era ganar tiempo, dejar que los suyos se divirtieran en esa mamonería, mientras él iba ejecutando su verdadero plan. Han transcurrido once años y nada de lo que anunciaron para las Universidades se ha cumplido, sus adláteres internos debieran sentirse profundamente traicionados (y utilizados), y mientras fue creando la Bolivariana, expandiendo la UNEFA, montando las misiones, creando otras universidades con fines más especializados. Es en ellas donde se están formando los profesionales que Chávez quiere. Es de ellas que salen los profesionales a ocupar las plazas de empleo en un sector público que crece y crece, mientras nuestros egresados están desempleados o emigran. ¿Para qué Chávez pudiera querer los médicos que forman nuestras universidades si él ya cuenta con sus médicos socialistas comunitarios formados en tres años? ¿Para qué los ingenieros, si las empresas del Gobierno contratan mayormente a los ingenieros de su confianza, los que provienen de instituciones como la UNEFA? Que se haga un estudio de la institución de procedencia de todos los profesionales que han ingresado al sector público en estos últimos años, no existe, ni se podría acometerlo si quisiéramos, dada la oscurísima opacidad de este gobierno. Pero estoy seguro que los resultados serían dantescamente sorprendentes; para qué dispone uno de finísimos oídos y pronunciadas orejas seniles, si no es para escuchar a millares de ex alumnos que me encuentro en cada rincón de este país, cultivados en mis casi cuarenta años de desempeño en el subsistema educativo superior: ellos cuentan de una realidad que ya no se puede ocultar –para una micro radiografía de este tipo de conversaciones les invito a que vean una publicación anterior en este mismo blog “Venezuela Insensata”-.

¿Por qué entonces Chávez va a tener interés en mantener unos mamotretos –según su perspectiva- que gradúan médicos que se van al exterior, educadores discriminados frente a los de la Misión Sucre e ingenieros desempleados que andan atendiendo negocios familiares o conduciendo taxis? Si buscamos dar respuesta a estas interrogantes, internalizaremos el drama que viven nuestras instituciones, y nosotros dentro de ellas, vamos camino de convertirnos en unos eternos ninguneados, para eso nos han estado cocinando a fuego lento.

No nos equivoquemos, si Chávez ha cedido alguna vez en el pasado con respecto a nuestras peticiones, ha sido por razones tácticas, evitando conflictos que en aquel momento no eran aconsejables desde la perspectiva política, ganando tiempo. Pero su creciente enseñoramiento en el poder, la mengua de los recursos financieros, nuestra perdida de pertinencia apareada a la “fácil productividad” del sistema paralelo que ha montado en nuestras narices, confabulan en contra nuestra. Cada vez será más difícil colocarlo en la posición de ceder. ¿Qué nos queda entonces? Obviamente, no seguir adormecidos y/o anestesiados como nos encontramos, tenemos que prepararnos, lo reitero enfáticamente, para dar entre todos una gran batalla en el plano comunicacional. Esto pasa por revisar el “discurso universitario”. Lo coloco entre comillas para significar que, hasta ahora, ha sido un discurso mayormente escuchado en boca de las autoridades universitarias y dirigentes gremiales, un discurso que no logra movilizar a la mayoría de los universitarios. Y cuando hablo de mayoría es porque resulta imprescindible incluir a nuestro estudiantado en general, sólo si ellos se convierten en soldados de esta batalla por la sobrevivencia de la universidad que, sin ser perfecta, le ha sido de tanta utilidad al país, podremos hacernos fuertes de nuevo.

En una reunión preparatoria de la última marcha en Caracas, que se celebrara en nuestro salón de sesiones del Consejo Universitario, considerándose la conveniencia de una convocatoria de las autoridades a una gran asamblea universitaria multigremial, intervine para expresar que resultaría mucho más efectiva la realización de asambleas sectoriales por facultad con los profesores. Que a ellas se debía ir con un claro objetivo: ganarse a la base profesoral, que en su mayoría viene evidenciando una conducta demasiado inerte, para que ella se convirtiera en correa de transmisión hacia los estudiantes de un discurso explicativo de la actual situación universitaria, de cómo esto les está afectando en el presente y les afectará mucho más en su inmediato futuro. Señalé también que era necesaria: la designación de una comisión que elaborara el rediseño de un discurso universitario cónsono con las circunstancias aún más dramáticas que se nos vienen encima. De continuar por la vía que vamos, no habrá luz en el túnel sino la inevitable oscuridad del paralizante colapso. A los estudiantes hay que hacérselos saber, en vez de andar reafirmando esa sensación de que la Universidad continuará con sus puertas abiertas, a pesar de que el nivel de vida de sus trabajadores haya aterrizado en la insubsistencia. Cualquier análisis lógico sobre la universidad luminosa en tales condiciones, les conducirá a la conclusión que ello no es más que una impráctica utopía. Una que nos llevará al cierre con los estudiantes impotentes yéndose a medrar como sonámbulos en sus casas y no preparados para defender a esa universidad que se les muere.

Cuando releo estas últimas líneas me doy cuenta que estoy penetrando en el terreno de lo que debería ser el trabajo de la comisión que propongo. Tengo algunas ideas a sugerir sobre lo que deberían ser las premisas y bases de un discurso que tendría que ser altamente motivador, pero las diferiré para una próxima entrega de estas recapitulaciones. Lo primero es motivar a otros para que también se hagan eco de la necesidad de relanzar una poderosa campaña admirable en defensa de nuestra universidad. Los profesores tienen que hablar a calzón quitado con sus estudiantes, convertirse en ardientes soldados portadores de un discurso capaz de despertar el espíritu de lucha de nuestros estudiantes. Cuando eso ocurra: seremos imbatibles.

Agradecemos profundamente al ex Rector Asdrubal Romero por permitirnos divulgar en nuestro sitio tan pertinente trabajo.

Para mayor informacion sobre este artículo visita: http://quepasaenlauc.blogspot.com/